Me consumieron,
sus miradas coquetas,
sus caderas inquietas,
sus palabras indiscretas.
Me torturaron,
sus besos cotidianos,
sus movimientos entre niebla,
sus escapadas a medias.
Me aconsejaron,
mis demonios y quimeras,
seguirle el paso,
sin cuestionar mis enmiendas.
Me acompañaron,
mis miedos y anécdotas,
a cualquier rato,
cuando ella estaba cerca.
Me perdí encantado,
entre sus brazos y piernas,
encadenado y sin ganas,
de escapar a cualquier lado.
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