Pasaba los días,
afilando los dientes,
transformando deseos,
en caprichos calientes.
Pasaba los días,
corrompiendo mentes,
moviéndose,
a ritmos impertinentes.
Pasaba los días,
enredando gente,
marineros tristes,
a cualquier soldado disidente.
Y en Abu Simbel,
amo por primera vez,
a quien prefirió sus ojos,
en vez de su cuerpo ardiente.
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