Cuando agotada de llorar,
aun con pedazos de su corazón,
esparcidos por la habitación.
Sus ojos brillando,
el cabello revuelto,
sonrisa extinguida.
Perdones mal gastados,
gemidos,
ya no de placer.
Allí,
con la última gota de sal,
entendió, el espacio vacío.
Decidió,
dejarse cautivar, frio metal,
la vida posada en el filo.
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