Aun puedo sentirte,
de madrugada,
con o sin frio,
tan delicada,
como anuncio,
de mi desgracia.
Aun puedo escucharte,
tan obstinada,
en el coloquio,
que recuerda,
estando solo,
tus palabras profanas.
Aun puedo extrañarte,
como cada día,
sin criterio,
idolatrada,
como un obsequio,
que tanto extasiaba.
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