El Jardín
CAPITULO 2
CAPITULO 2
Ella, como si este momento no existiera, lentamente oculto
sus ojos a mi mirada y continuo “leyendo” su pequeño libro. No supe que hacer, no salieron sonidos de mi
boca y con la indiferencia de su acto simplemente me aleje. Continúe caminando, no recuerdo como eran mis
pasos, solo sabía que mis manos estaban incomodas, buscaron abrigo entre mis
brazos, luego ajustaron el cuello sin planchar de mi camisa manchada de vino
tinto y terminaron encontrando refugio en los bolsillos de mi pantalón, junto a
los envoltorios vacíos y juguetones que siempre me acompañan.
No fui consciente de cuánto tiempo transcurrió, solo me encontré
junto a las flores, esas ramas secas y el plácido sonido del viento que
golpeaba sobre el plástico del invernadero.
Revise precozmente mi alrededor, me encontraba solo, nadie que
interrumpiera mi tan deseado acto de contemplación, allí estaban las rosas, las
margaritas.
En un instante me di cuenta de las abejas, esas moscas, el
olor a humedad en la tierra, acompañado de metro en metro, de retorcidas
lombrices perdidas, las bolsas de estiércol para abonar amontonadas en la
esquina, el zumbido de aquellos bichos, el calor que empezaba a rasgar mi
cuello, la irritación en mi rostro aun pálido y desprotegido, el fétido suave
olor del lago con sus estancadas aguas.
Trate de sentarme muy cerca de las flores, no encontré lugar,
todo húmedo y sucio, todo lleno de restos de hojas secas, pétalos caídos, raíces
muertas. Trate de estar en pie junto a
las rosas, pero me sentí como frente a una tumba. No salían de mi mente los trazos
negros y gruesos que describían “R.V.” ¿Serán
sus iniciales?, ¿de alguien más?, que buen insulto me he llevado, pocas veces
en mi vida y de forma tan placida me he dejado abofetear con palabras tan fríamente
conjugadas.
No soporte más a los bichos, sus constantes intentos de
circundarme como si mi cabello fuera de miel, no resistí mas el olor de la tierra
negra, no podía dejar de rumiar, en esos ojos azules brillantes, radiantes,
resplandecientes.
Sin mucho que pensar, me encontré en el camino de ladrillo, caminando
un poco más rápido que de costumbre, huyendo de los agudos y desagradables
aleteos.
Sin demora, llegue a la curva entre los abedules, donde drásticamente
cambia el rumbo en el jardín, donde se encuentra la banca, donde estaba la
chica sensualmente sentada. Y pensé: “es
fácil, le pregunto sobre Charles, no mejor le ofrezco escusas, le explico mis
razones y trato de robarle una sonrisa con mis pretextos, o tal vez le pregunto,
sobre las letras dibujadas a mano en su pequeño libro, o solo camino junto a
ella, ocupo la banca de enfrente y espero su mirada, no mejor…
Ahora estoy seguro, ese ya no era yo.
Ahora estoy seguro, ese ya no era yo.
Capitulo 3, a publicar el 27 de Octubre de 2015