De copas y sin malestar,
decide llamar,
sin importarle nada en realidad.
Y esa madrugada,
no tuve que despertar,
huyendo deprisa a su lugar.
La vuelvo a observar,
tanto la quise mirar,
que la pude incomodar.
La vuelvo a tocar,
la abrazo como si todo fuera a acabar,
en cualquier momento y sin avisar.
Vuelvo a idolatrar,
en su forma de andar,
con cada beso sin confesar.
Vuelvo a dejarme llevar,
entre palabras y sin disfraz,
por sus gestos al intimidar.
Vuelvo a verla,
como si nada me pudiera importar,
como si no la conociera de tiempo atrás.
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