No digas,
tu nombre,
no repitas,
mis palabras mediocres.
Me siento bien,
bajando del trapecio,
de mis actos con miedo.
Me muevo similar,
pero siento cada paso,
hasta la suela de mis zapatos.
No me veo igual,
al limpiar el cristal,
cada mañana sin afeitar.
Tengo muy claro,
que debo preguntar,
con quien me quiera tropezar.
No odio,
con la misma pasión,
que olvidaron los años.
Soy equivalente,
a todos y cada uno,
de tantos y ninguno.
Me presto a delitos,
juegos y tramas,
honestamente y con ganas.
Duermo ahora cobijado,
por lo que fue el día y aurora,
con sus actos prestados.
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