Mi dolor,
Tu ausencia,
Ese ego ermitaño,
Las preguntas que no tuvieron respuesta,
Fueron mi musa,
Me llevaron a escribir,
Me daban compañía,
Cuando me ahogaba cada día.
Luego llego la oruga,
Esa flor que siempre estuvo allí,
Mi pino marchito,
La lluvia en granizo,
Esa extraña a la que no le hable,
Los zapatos híbridos que compre,
Y cientos de habituales cosas más,
Me inspiraron a seguir,
Seguir escribiendo de mi realidad.
Ahora me deleito,
Cuando puedo decir,
Que me encontré a mí,
En cada gesto,
De mañana o en contexto,
En este devenir,
Sobredosis de cotidianidad,
Que me invita,
A escribir.